El 25 de mayo, el Club de Innovadores acogió una nueva sesión con Pau Garcia, cofundador y director de Domestic Data Streamers, como ponente invitado.
Desde los inicios de su organización, Pau ha estado desarrollando proyectos de investigación y comunicación de datos para instituciones como las Naciones Unidas, la California Academy of Science, la Tate Modern y el Citizen Lab. Es también codirector del Master de ELISAVA en Datos y Diseño y ha dado clases en el Hong Kong Design Institute, el Royal College of Arts de Londres, el Politecnico di Milano y la Universidad de Berkeley. Además, es fundador de HeyHuman!, un programa de residencia para artistas que combina la música, el periodismo, la extracción de datos artísticos y la justicia social.
A Pau y su equipo los conmovió mucho la crisis de refugiados que tuvo lugar en Europa en 2013, un acontecimiento que impulsó el lanzamiento de Domestic Data Streamers. Veía las noticias actualizadas con cifras que describían el número de muertos y la llegada de refugiados al continente y, se dio cuenta que esas cifras eran meros datos, carentes de empatía humana.
“Nuestro enfoque desde Domestic Data Streamers siempre se ha centrado en … cómo podemos transformar la información en algo que, de alguna manera, nos impacte.”
La presentación de Pau se propone tender puentes entre las emociones y los datos, al tiempo que introduce a su público en la inteligencia artificial (IA) y sus múltiples usos cotidianos. Los asistentes a esta presentación que invita a la reflexión pudieron entender la IA desde una perspectiva distinta y formular las preguntas adecuadas, relacionadas con las emociones humanas.
La ponencia parte de la perspectiva binaria de la IA, consistente en puntos de vista que la etiquetan como intrínsecamente mala o buena. Pau argumenta que en el centro de este pensamiento dual hay una falta de imaginación. Es necesario no tener una visión puramente distópica, pero también no ser ingenuo.
Afirma sin tapujos: «En realidad, la inteligencia artificial es bastante tonta». Llega a esta conclusión explicando que la IA carece de la capacidad de comprender el conocimiento y la realidad humanos. Es capaz de descifrar los datos que se le suministran, que en torno al 60 por ciento de las veces proceden de Estados Unidos. También contiene un sesgo histórico, ya que los datos recopilados para crear la IA proceden únicamente de los últimos veinte años. Mientras que la IA proporciona información estadística (cuándo), los humanos aportan el contexto lógico (por qué).
Esta distinción es algo que Pau se encarga de dejar claro en el Club de Innovadores y a través de su trabajo con Domestic Data Streamers. También quiere dejar claro que la IA no es más que una herramienta, y que todo lo que se necesita para piratearla o eludirla es un poco de astucia. Sin embargo, es necesario tener cuidado al introducir datos en la IA si queremos crear herramientas duraderas y éticas.
El método de Pau para piratear consiste en sesgar las herramientas de IA, como la generación de imágenes y la voz universal, hacia una perspectiva emocional.
Su trabajo incluye la traducción de recuerdos reales a la IA, para provocar una reacción visceral en pacientes con demencia, lo que se conoce como terapia de reminiscencia. También el apoyo a dos de las mayores organizaciones de refugiados de Atenas en la recuperación de historias perdidas, para que puedan ser transmitirlas a generaciones futuras.
Para terminar, Pau se pregunta: «Si la inteligencia artificial es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?». Nos anima a no contemplar la IA como un fin, sino a descubrir ese fin por nosotros mismos.
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